

UN APOYO ENVENENADO
El éxito de la revolución constitucional y la notoriedad de quienes la llevaron a buen puerto, principalmente de Rafael del Riego, obligaron a Fernando VII a sucumbir y a convocar a las Cortes. El 18 de marzo de 1820 el monarca jura la Constitución con la célebre frase “marchemos francamente y Yo el primero, por la senda constitucional”. De franco, el Rey Felón, tenía poco, y sería muy breve el plazo en el que se demostraría que su verdadero afán era acabar con Riego y restaurar el absolutismo en España. En todo caso, con aquella declaración quedaba zanjado el Sexenio Absolutista y comenzada el llamado Trienio Liberal.


A LA VANGUARDIA DE EUROPA
El nuevo periodo liberal trataría de poner en práctica los derechos y libertades plasmados en la Constitución de Cádiz de 1812, lo que situaría a España a la cabeza de Europa en esta materia. Tras la aceptación de La Pepa por parte del monarca, se crea una Junta Provisional Consultiva que queda disuelta cuando se convocan las Cortes. Con una composición mayoritariamente moderada, la cámara tratará de poner en marcha las reformas que habían quedado interrumpidas con el regreso de Fernando VII y la instauración del Sexenio Absolutista. La supresión de la Inquisición y los señoríos o el restablecimiento de la libertad de imprenta, de reunión y expresión fueron algunas de las reformas que pusieron a España a la vanguardia europea pero que, al mismo tiempo, despertaron los recelos de las grandes potencias absolutistas europeas, temerosas de que la “amenaza liberal” pusiera en riesgo la prevalencia del Antiguo Régimen en el continente.
UNA ÉPOCA CONVULSA
En España, la gestión del gobierno liberal no estaba resultando nada sencilla. Aunque las Cortes comenzaron teniendo una composición mayoritariamente moderada, pronto las posturas se radicalizarían dividiéndose el espectro político entre absolutistas y liberales y estos, a su vez, entre moderados o doceañistas, más inclinados por la premisa de equilibrio de poder entre el Rey y las Cortes que preveía la propia Constitución del 12, y veinteañistas o exaltados, partidarios de una nueva Constitución que estableciese la prevalencia de la soberanía nacional sobre el poder del monarca y promoviese reformas más contundentes. Moderados y exaltados se turnaron el papel dominante en las Cortes y en la propia sociedad e incluso en la prensa, que denotaba una fractura política y social que no desaprovecharon ni el rey ni los absolutistas. A la situación de inestabilidad política se uniría una grave crisis económica y el descontento de ciertos sectores a los que las medidas liberales no beneficiaron precisamente.


VUELTA A EMPEZAR
El 28 de enero de 1823, Luis XVIII de Francia anuncia la formación de un ejército conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis, que liderados por el Duque de Angulema y bajo el mandato de la Santa Alianza, invadiría España con la intención de poner fin al “amenazante” sistema constitucional español. Por supuesto, el rey Fernando VII no era ajeno a esta maniobra, que habría de devolverle el poder absoluto al que nunca renunció verdaderamente. Aunque el Gobierno declaró al monarca demente para obligarlo a marchar con las Cortes a Cádiz, último bastión liberal, ya que los franceses encontraron poca o ninguna resistencia en el resto del territorio español. El 1 de octubre de 1823 Cádiz capitulaba, se eliminaban todas las reformas del Trienio Liberal y Fernando VII, el Felón, era de nuevo el rey déspota y absoluto que nunca dejó de ser. Comenzaba la Década Ominosa, una época marcada por la represión y la censura.
EL FINAL DEL HÉROE DE LAS CABEZAS
Aunque tras el éxito del pronunciamiento Rafael del Riego gozó de una temporada de enorme popularidad, no tardaría en ser víctima de las envidias y las intrigas que se desarrollaban a su alrededor. Tras su paso por Sevilla, y de camino a ocupar su cargo de capitán general de Galicia, fue acusado de alborotador en Madrid y enviado a Asturias. Los intentos por acabar con su relevancia y su prestigio continuarían, aunque en 1822 fue elegido diputado por Asturias y presidente de las Cortes durante la tercera legislatura. Finalmente, es apresado en Jaén en septiembre de 1823, desde donde será trasladado a Madrid, apresado y sentenciado a una muerte cruel y deshonrosa a través de una sentencia que fue ratificada por el propio Fernando VII, que obtenía de este modo su venganza. Riego fue ahorcado en la Plaza de la Cebada el 7 de noviembre de 1823 después de ser arrastrado, dentro de un serón tirado por un burro, desde la cárcel hasta el emplazamiento del patíbulo.


LAS CABEZAS DE SAN JUAN, CIUDAD CONSTITUCIONAL
El legado de Rafael del Riego seguirá siempre vivo en Las Cabezas de San Juan, una ciudad que lleva con orgullo haber sido escenario de acontecimientos determinantes en la historia de España y que tanto han supuesto para nuestros derechos y libertades presentes y futuras. Como consecuencia de aquella gesta, Las Cabezas de San Juan recibió el título de Ciudad por medio del Decreto LXVII de 21 de junio de 1822, “por haberse dado en ella el primer grito de libertad en la mañana del 1 de enero de 1820”. Igualmente, se concedería a la localidad un escudo y se establecería la construcción de un monumento “a la gloria del ejército de la ciudad de San Fernando” “en el mismo sitio donde el segundo batallón de Asturias proclamó el primero la Constitución”.
Tanto el título de ciudad como el escudo quedaron abolidos en 1823, aunque fueron restaurados a finales del siglo pasado.
En cuanto al monumento, que nunca llegaría a construirse, será ahora, durante la conmemoración del Bicentenario del Pronunciamiento de Riego y el Trienio Liberal cuando, por iniciativa del Ayuntamiento de Las Cabezas de San Juan, podrá por fin ocupar el lugar que la historia le deparó, en pleno corazón de la ciudad que albergó tan importante pasaje de la historia de nuestro país.
