EL HÉROE DE LAS CABEZAS DE SAN JUAN

La figura de Rafael del Riego está indisolublemente unida a la historia de Las Cabezas de San Juan. Tanto es así que, a pesar de ser natural de Asturias y de no haber tenido vinculación con la localidad sevillana más que durante la estancia en la que se produjo el pronunciamiento, Rafael del Riego pasó a ser inmediatamente el “Héroe de Las Cabezas”. La ciudad se contagiaría de su gloria, pero también habría de soportar la ignominia de su caída en desgracia. Pero la historia siempre pone en su lugar a sus protagonistas y hoy, Las Cabezas de San Juan celebra con orgullo la defensa de la libertad y los derechos ciudadanos que enarboló el militar y está preparada para mostrar a toda la sociedad la importancia de unos hechos que contribuyeron a moldear la idiosincrasia de nuestro país y los privilegios de los que hoy disfrutamos.

¿QUIÉN FUE RAFAEL DEL RIEGO?

Su carácter reservado y austero y en buena parte la escasez de testimonios directos y de representaciones físicas de Rafael del Riego han contribuido sin duda a aumentar su leyenda. Lo que está claro es que fue una persona comprometida con la defensa de los valores constitucionales y que lo fue hasta el final de su vida, que habría de entregar en el amparo del bienestar y el progreso de su patria, a la que estaba consagrado.

MILITAR, HUMILDE Y LIBERAL

Rafael del Riego nació el 7 de abril de 1784 en Tuña, parroquia del concejo asturiano de Tineo. Vino a este mundo en el seno de una familia numerosa –contando al Héroe de las Cabezas, eran ocho hermanos-, y humilde –sus padres pertenecían a la baja nobleza de Asturias-, aunque culta y liberal. Riego fue, de hecho, un hombre que atesoró una gran cultura. En 1807 ingresa, tras graduarse en Leyes, en la Guardia de Corps y en 1808, tras participar en el Motín de Aranjuez, fue detenido y enviado al Escorial, de donde escapó. Poco después, iniciada la Guerra de la Independencia y ascendido Riego a capitán, fue hecho prisionero por las tropas de Napoleón y enviado a Francia, donde algunos autores sitúan su contacto decisivo con el liberalismo. En cualquier caso, sí que le habría servido este tiempo de cautiverio para aprender inglés y francés.

En 1814, Rafael del Riego regresa a España y jura la Constitución de 1812, La Pepa, a cuya defensa consagraría su vida.

EL REY ABSOLUTO, VERDUGO Y FELÓN

El mismo año Napoleón libera a Fernando VII, que regresa a España tras la expulsión de José I Bonaparte. “El Deseado”, como se le conoció en aquellos momentos, se apresuró a abolir la Constitución de Cádiz y a restaurar el absolutismo. En un país herido por los intensos años de conflicto con los franceses, la actitud despótica de Fernando VII, que instauró un ambiente marcado por la represión –basta señalar el restablecimiento de la Inquisición y la feroz persecución a los liberales-, unido a su incapacidad manifiesta para mejorar las lamentables condiciones de vida de sus súbditos, le fueron granjeando una merecida reputación de tirano incompetente. Terminaría sustituyéndose el apelativo inicial de “Deseado” por uno mucho más ajustado a sus actos: para los restos, Fernando VII sería conocido como el Rey Felón.