Rafael del Riego entró en Las Cabezas de San Juan el 8 de noviembre de 1819 y se entregó a la atención de su tropa y los encuentros conspiratorios. Junto a Alcalá Galiano y Mendizábal habría de concretar los pormenores de un pronunciamiento que finalmente no se desarrolló según lo previsto, según parece, a causa de las lluvias torrenciales que afectaron a la zona en aquellos días.
En lugar de marchar a Arcos para proclamar la libertad y a continuación tomar Cádiz con Antonio Quiroga al frente, el 1 de enero de 1820 Rafael del Riego proclamó la Constitución desdelg`pfopfpofroirgotok un balcón de Las Cabezas con un discurso que ha pasado a la historia como uno de los más famosos e inspiradores.
Soldados, mi amor hacia vosotros es grande. Por lo mismo yo no podía consentir, como jefe vuestro, que se os alejase de vuestra patria, en unos barcos podridos, para llevaros a hacer una guerra injusta al nuevo mundo; ni que se os compiliese a abandonar vuestros padres y hermanos, denjándolos sumidos en la miseria y opresión. Vosotros debéis a aquellos la vida, y, por tanto, es de vuestra obligación y agradecimiento el prolongársela, sosteniéndolos en la ancianidad; y aún también, si fuese necesario, el sacrificar las vuestras, para romperles las cadenas que los tienen oprimidos desde el año 1814.
«Un rey absoluto, a su antojo y albedrío, les impone contribuciones y gabelas que no pueden soportar; los veja, los oprime, y por último, como colmo de sus desgracias, os arrebata a vosotros, sus caros hijos, para sacrificaros a su orgullo y ambición. Sí, a vosotros os arrebatan del paterno seno, para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con sólo reintegrar en sus derechos a la Nación Española. La Constitución, sí, la Constitución, basta para apaciguar a nuestros hermanos de América.
España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuántos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución; la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna.
La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz entre sangre y sufrimiento. Más el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador…
Sí, sí, soldados, la Constitución.
¡Viva la Constitución!